miércoles, 3 de diciembre de 2008

La Otra

La otra coliflor salvaje está en una isla, la pequeña isla de al lado. Sé que las bicicletas no son para el verano, ni las motos tampoco (ella y el olor a quemado de la carne al entrar en contacto con el tubo de escape saben por qué lo digo)

Las coliflores salvajes tenemos una misión en la vida, pero como muchos otros seres de este planeta, aún no sabemos cuál es. Es por ello que necesitamos vacaciones. Resulta agotador tratar de descubrirla, y es por ello que la otra coliflor está disfrutando de unas vistas espectaculares en la isla de ensueño que alberga todos los cuentos juntos.

Uno de esos cuentos sostiene que una de las dos islas es buena y la otra mala. Una isla es oscura y callada, en invierno se queda vacía y se puebla solo de vientos de esos que son capaces de hacer enloquecer. La otra isla se llama isla blanca, reúne al mundo entero en su pequeña superficie y vacía los cerebros en las aceras y en las calles, en las playas y en las puertas de las luces de neón, te otorga el dulce nombre del olvido y te atrapa en sus garras de agua mansa...

Sólo quiero, de coliflor salvaje a mente vegetal, que piensen, que vislumbren e imaginen las dos islas, y que me digan cuál es la isla buena y cuál la mala...

Pues la isla oscura y callada en invierno, en verano tiene playas del color del paraíso, y está plagada de cuevas que te acogen y te duermen como un susurro fabricado con los dedos. Su viento te cuenta todos los secretos marinos, abre los caminos secretos de Alicia y sus pócimas, y los girasoles se te regalan detrás de los muros prohibidos. La otra, la isla blanca, duerme todas las intenciones que en otros momentos magnifica y deslumbra, acoge a las almas rotas, desfragementa los sueños y los convierte en monstruos voraces, para que luego, en verano, las atrocidades del alma queden escondidas detrás de una sonrisa...



La isla maravillosa en la que está la otra coliflor es la oscura, y yo estoy en la blanca, deshaciendo el puzzle para volver a construirlo. Así pues, queridos vegetales, no se me crean todo lo que en apariencia se les presenta a primera vista. Y es que ni la isla blanca es tan blanca, ni la oscura tan negra... y en un momento dado, según dónde uno esté, en esta orilla o en aquella, cualquiera de las dos puede terminar por convertirse en La Otra.

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